28 de septiembre de 2022
YO LECTOR
"La lectura no es solamente una operación intelectual abstracta: es una puesta a prueba del cuerpo, la inscripción en un espacio, la relación consigo mismo o con los demás".
Roger Chartier
I
En mi casa no había libros. En principio eran objetos extraños y alejados de nuestras realidades sin cubrir el tapete de nuestras memorias. La familia crecía y a diario se sumaban otros integrantes de la extensa parentela que llegaban con el cerebro límpido de alguna silueta de estos objetos. Mis cinco hermanos mayores ya estaban en la escuela y su arsenal librario eran la cartilla de cartón y La alegría de leer; el álgebra de Baldor era otro texto de devoción y pánico usado por mis hermanos que estaban en secundaria, lo mismo que para sus compañeros de curso. Mis padres habían incorporado en su conciencia que la educación era algo fundamental para sus hijos y esta idea circulaba entre los obreros del petróleo. Ellos eran campesinos y sin ninguna escolaridad.
Mi papá, todas las tardes, al salir del trabajo en la Refinería-Intercol, compraba el periódico en La cacharrería Barranquilla, en El comercio, para ojearlo y estar informado del acontecer nacional. Tarde a tarde sembraba una disputa con mi hermana Amira para arrebatarle a mi viejo el diario El Espectador para leerlo, vicio que mantengo; ella, tras la sección femenina, yo, en busca de la página deportiva. En ocasiones salíamos a esperarlo a la esquina de la cuadra, se bajara del bus o descendiera de su bicicleta frente a la puerta de la casa para arrebatarle el periódico. Era el medio más cercano para estar próximo a la lectura. Esa disputa entre los dos se mantuvo por varios años hasta ingresar a la adolescencia.
II
Confieso que comencé a leer por los oídos. Esa lectura auditiva se hizo presente desde mi infancia con los sonidos musicales que escuchaba provenientes del radio de la casa o las radiolas de los vecinos que despedían de sus parlantes ritmos alegres con una sonoridad líquida y diáfana; por los gritos de mi mamá al llamarme desde la cocina, el lavadero, el patio o donde estuviera en aquel caserón y entender el tono de su emplazamiento: el matiz de su voz me decía si había enojo o querencia. Si sentía la primera notaba la rigidez y lo tenso de su voz; colegía que estaba a punto de recibir un regaño o me había hecho acreedor a una muenda; si el tono era suave y mimoso, al interior de mi alma había reposo.
Los ritmos tropicales de la costa, como los del caribe, fueron esos primeros textos que comenzaron a moldear mi lectura y sus significados. Un porro o fandango de Pedro Laza o Rufo Garrido se adentraban en mi cuerpo con lisura; un paseo o son de Alejo Durán; el clarinete melodioso de Juan Madera en La pollera colorá con la orquesta de Pedro Salcedo; un porro, cumbia o guaracha de Los corraleros de Majagual; un guaguancó, un montuno o un cha-cha-chá de la sonora Matancera; un son cubano o un boogaloo de Joe Cuba. De estos ritmos y sus letras leía que eran música de baile, de alegría, de alborozo y en el rostro de los mayores se sentía ese mismo sentimiento que me transmitían.
III
Mi inicio en la escolaridad como preludio de la academia fue funesto. El lugar placentero para convivir y compartir con otros niños desde un principio comenzó a ser el espacio más aterrador y lúgubre en ese momento de mi infancia. Había ingresado a la primaria en la concentración Rojas Pinilla, conocida también como La Palmira, y un desconcierto en los ánimos se adueñó de mí ser. Estaba enfrentado a una educación clerical y autoritaria que permeó el país y a varias generaciones desde 1886 hasta finales del siglo XX, aunque muchos docentes de hoy aún se mantienen en el siglo XIX. El castigo, la regla, el azote y los diversos métodos de “corrección” eran el pan diario en las aulas escolares del territorio nacional. Procedimiento que estampó la frase de “La letra con sangre entra”, mejor asimilado por Goya en la pintura antes que aplicarlo en los infantes en las escuelas. Los maestros de primaria hasta la secundaria poseían poca instrucción pedagógica y muy escasa formación académica.
En este estreno escolar la lectura estuvo ausente y mi frustración por la escuela fue mayúscula. Represalias corporales como reglazos en las manos, tirón de orejas, posturas de rodillas sobre granos de maíz pretendían reemplazar las mentes de los maestros y estas se constituían en sus guías pedagógicas. María Montessori, John Dewey, Jean Piaget y Ovidio Decroly no eran referentes en el catálogo teórico de los maestros de la época. El sufrimiento de muchos niños de estas generaciones quedó como huella imborrable en nuestros cerebros.
IV
En casa no había libros para usarlos como fuente de entretención, información o conocimiento. Era algo singular ver una biblioteca o un estante en alguna casa en la ciudad que tuviera un lugar para libros como bien cultural y salvaguarda de la memoria. No había libros ordenados en un estante o acumulados en un baúl para que cualquiera de los mayores, con frecuencia, buscara un volumen para sentarse a leer. Lo dominante estaba en el correr y jugar por el pasillo, por la cocina, por los cuartos y al final por el amplio patio donde la palabra, la conversación, el gracejo, los relatos de brujas, espantos y los concomitantes anecdotarios familiares, narrados por mi mamá, y de gentes del pueblo se unían para recrear el bucólico mundo familiar.
Estaba el radio que escuchábamos a toda hora desde la madrugada hasta avanzada la noche o hasta que, como niño, me dominaba el sueño. Mis hermanos mayores ya estaban en el colegio y al dar el salto al bachillerato las obligaciones crecían para mis padres. Una parentela de hijos, que sumábamos casi una veintena por los frutos de uniones anticipadas de ambos, colmaba ese vergel familiar. Vivíamos en una comunidad edénica bajo el mando disciplinado e inescrutable de mi mamá, cuya mirada de cíclope recorría las esquinas más recónditas de la casa como los momentos de cada uno de sus integrantes para saber en qué maniobra o picardía andaba.
Un libro nuevo en nuestras manos era raro en extremo y solo se hacía posible tenerlos, raras veces, al iniciar el año escolar. En las escuelas de la empresa, El Parnaso, tuvimos libros de textos nuevos, mas no libros de literatura, que los regalaban a los hijos de los obreros en la primaria; una prebenda que se tenía como conquista de los trabajadores petroleros. Por lo general mis padres buscaban economía y adquirían textos de segunda, cuando el uso daba cuenta de ellos o ya no los utilizaban en otras casas y los hijos de esas familias ascendían a cursos superiores: pastas de portada y contraportada ruinosas, hojas amarillas, lomo desportillado y letras con marcadas transparencias de una tinta velada que mostraba el desgaste por el paso del tiempo y de muchas manos.
Ahora la escuela se había establecido como prioridad para cualquier familia en la ciudad. En el imaginario de los obreros se forjaba de forma naciente la necesidad de que sus descendientes no corrieran la misma suerte que les había tocado con la rudeza del trabajo. Una frase se iba divulgando en el círculo de los trabajadores para transmitir a sus hijos:
―Estudie para que no le toque como me toca a mí─. O ─“Estudie mijo, que un lápiz pesa menos que una pala”.
VI
Mi afición por la lectura comenzó muy temprano, aunque de forma simple y desordenada. La escuela no era guía para inducir a los estudiantes por este camino y los profesores nada motivadores o animadores de lectura en las aulas. En adelante ya leía algún material impreso con temáticas diferentes que me indicaban puntos referenciales del país y el mundo. En una ocasión mi hermana Amira pidió prestada a una vecina el número actual, de ese momento, de la revista Vanidades para leer como esparcimiento luego del regreso de su trabajo. Un impreso a color con buenas fotos, impecables ilustraciones, diseño exquisito y papel propalcote. Estaba en el afán de descubrir el mundo a través de la lectura y tomaba cualquier impreso sin reparar en tamaños. Una noche, antes de dormir, la tomé en un descuido de ella y comencé a leerla acostado en la cama. Avancé dos o tres páginas del artículo que leía cuando, en forma repentina, el sueño me dominó cayendo en un vacío profundo de narcosis. Al despertar al día siguiente la revista estaba doblada, ajada y marchita debajo de mi enteco cuerpo. Cuando mi hermana la recordó para devolverla a su dueña, se encontró con la desgarradora escena de ver que la revista estaba como si hubiera pasado un ciclón por encima de ella. El grito de Amira retumbó por los mínimos orificios de la casa y mi mamá, que se encontraba en la cocina, corrió despavorida y llegó hasta el sitio de origen del clamor para enterarse de la razón de su alarido. Enterada de la situación, llegó la inevitable cueriza, sin juicio previo y menos absolución frente a lo acontecido. Durante mucho tiempo seguí recordando la zurra y el artículo leído de aquella Vanidades.
VII
Mi guía y tutor desde temprana edad fue Jaime, mi hermano mayor, para ingresar en los ámbitos sociales por los que transitaba. Estar con su barra de amigos, ser su asistente en los partidos de fútbol o beisbol de los que hacía parte, lo mismo que participar en el grupo de hermanos y familiares en chanzas y payasadas a la hora de los chistes y ocurrencias de relajación, eran formas de visionar otras formas de existencia.
Jaime había terminado la secundaria y formado de inmediato su hogar. Tuvo como ambición estudiar medicina, aunque esta se desvaneció con prontitud por las exigencias y obligaciones de mis padres con su familia. Sin embargo, ya con empleo e ingresos definidos, sus ilusiones por los estudios universitarios las mantenía en alzas y su empeño era indeclinable. Sus directrices iniciaban con los temas del periódico.
Una tarde leyendo El Espectador me encontré con la entrevista hecha a un jugador de fútbol argentino que militaba en el Cúcuta deportivo, gran goleador: Hugo Horacio Londero. Una de las preguntas fue sobre qué libro estaba leyendo. Su respuesta fue franca e instantánea: La hora 25. Su autor Virgil Gheorghiu. El título comenzó a rondarme en la cabeza por la enseñanza en el colegio de las 24 horas del día, ahora recibía el mazazo de la ficción de una hora más del día y sin respuesta de algún profesor en el colegio que me sacara de la turbación mental de una hora más de las ya conocidas.
Aunque la vigilancia de Jaime era escrupulosa también tenía sus formas para que no apareciera mi rebeldía y llevarme por la senda de sus propios ideales. Los libros, la música y edificar la amistad sólida que aún se mantiene, eran el mayor canal de contacto y medio de conversación que me acercaban con él. Mis visitas y encuentros en su casa eran frecuentes para consolidar nuestra relación fraternal. Semanas después de La hora 25, me sugirió un libro que resoplaba por el continente y el eco que producía era sobrecogedor, se escuchaba más allá de nuestros límites fronterizos mentales. Utilizó la fórmula más sugestiva de acercamiento y lo puso en mis manos para seducirme en medio del sonido de la música de fondo. Lo tomé con cierto desdén, sumado al volumen de páginas que presentaba, haciéndome pensar de inmediato en el rechazo a leerlo. Era Cien años de soledad, esa novela cumbre y maravillosa de Gabriel García Márquez.
Varios días pasó el libro reposando sobre la mesa de la casa, donde ponía mis útiles escolares, hasta que en un momento intenté leerlo. En el recorrido de las primeras dos o tres páginas fui vencido por el sueño sin poder avanzar mucho y entender poco la historia que leía. A paso lento llegué hasta la página treinta ese año. Leía sin guía o preceptor que me acompañara a hacer una lectura simple o sencilla para comprender la novela; esa fue la constante durante la primaria y lo que llevaba en el bachillerato; la vida estudiantil la enfrentaba a coñazos de forma solitaria descifrando las palabras y sus significados, los aturdimientos o perplejidades ante un nuevo vocablo, las vivencias de mundo que experimentaba con los amigos y compañeros de clase, las conversaciones en acertijos y misterios que abordaban los mayores en casa. La novela quedó estancada en cualquier lugar de la casa y en ocasiones movida de un lugar a otro por el estorbo que causaba a las mujeres en momentos de aseo y limpieza general.
Un día, a inicios del año siguiente, Jaime, a quien tenía en casa como referente fraterno y de amistad, me preguntó por el libro y cómo iba con la lectura del mismo. Mi respuesta estuvo marcada por titubeos e indecisiones ante el poco avance alcanzado. Esa inquietud hizo que al instante volviera a tomar la novela y la iniciara de nuevo. El recorrido de lectura duplicó el número de páginas de la ocasión primera, aunque ahora comencé a descubrir que algo paralelo a la historia narrada de igual forma sucedía en mi casa y el mundo que orbitaba en ella guardaba varias similitudes: la mujer que llevaba el control de la casa, doncellas hacendosas supervigiladas por la matrona, cadena de forasteros que un día llegaban con cualquier integrante de la familia quedándose a vivir para siempre como uno más de la familia, mención de muertos, espantos y duendes para hacer dormir temprano a los menores, cuentos interminables con menciones de seres inverosímiles; y un hombre paciente que cumplía sus propias labores y
Año tras año la tomaba y la leía con mayor predilección y devoción. Entonces fue surgiendo mi apego y afición por la narrativa garciamarquiana que ahora son lecturas que tengo en mi haber y una duplicidad de ensayos y comentarios de este texto y su obra se constituyen en mi máximo dividendo y lucro personal. Esta afición me ha conducido a una pasión colosal y apoteósica para estar cerca de su creación literaria y obligado a rastrear sus novelas, cuentos, crónicas, entrevistas y cualquier formato escrito recóndito que no haya conocido. Así me hice lector.
Abril de 2012
11 de octubre de 2015
Con la publicación de “Contra el olvido y la indiferencia. Reescrituras de la Memoria”, el Nodo Oriente de la Red de Escritura Creativa RELATA busca hacer un aporte contra el olvido.
“Pese a que tradicionalmente algunos de los relatos escritos en el marco de los talleres de RELATA siempre se habían publicado en su Antología nacional, en Nodo Oriente nunca tuvo un libro en el que se diera cuenta de lo que se escribía en los talleres, y esta ha sido una puerta muy importante para que publicaran varios de sus integrantes”, comenta María Alejandra García, quien coordinó el Nodo Oriente de RELATA hasta el año pasado y se desempeña como Directora de talleres y Jurado del Concurso Nacional de Cuento RCN hace ocho años, para quien desafortunadamente Colombia es un país que ha perdido su memoria.
“Somos un país que olvida muy fácil; y con esto no me refiero a nuestros rasgos fundacionales y las huellas que ha dejado en todos nosotros el conflicto armado”, acota María Alejandra, para luego destacar la activa participación que tuvieron en este proyecto los hombres, mujeres y niños que de alguna manera tuvieron que vivir los rigores de la guerra, pero que sin embargo se empeñan en salir adelante y continúan soñando con tener una mejor sociedad.
“Nadie había reconocido, por ejemplo, el esfuerzo hecho por un señor de Pelaya en que este municipio tuviera su primera acueducto”, explica María Alejandra, para quien ese solo hecho hace que el conjunto del proyecto haya valido la pena, insistiendo en que rescatar nuestra memoria no solo debería ser un propósito aislado sino que debería tener una connotación nacional.
Contra el olvido y la indiferencia
¿Cómo surgió la idea de hacer esta antología?
Nosotros teníamos un proyecto para trabajar a partir del rescate de la memoria de los pueblos en los que había presencia de los talleres de RELATA en el Nodo Oriente, y tuvimos la posibilidad de presentar un proyecto para editar un libro que pudiéramos hacer extensivo a la comunidad.
Decidimos entonces reunir a los adultos mayores para que comenzaran a trabajar con los niños y jóvenes que hacen parte de estos talleres con el fin de reconstruir las historias de los municipios de Arauca (Arauca), Cúcuta (Norte de Santander), Pelaya (Cesar) y Pie de Cuesta (Santander) –este último a través del taller de Bucaramanga-.
A lo largo de dos meses y medio se realizaron una serie de reuniones periódicas para comenzar a reconstruir todas estas historias de carácter fundacional y de mitos y leyendas, porque si bien es cierto que muchas de ellas el tema es recurrente, cada pueblo los concibe de forma diferente y de acuerdo a su propia cosmovisión.
¿Cuál es la importancia para un escritor de ver su obra publicada?
Nada se compara con ver un texto publicado: ni un recital, ni un blog. Y particularmente para los niños y niñas que hicieron parte de esta antología se trató de una experiencia maravillosa. Nosotros por ejemplo hicimos un concurso interno gracias a la Asociación de Escritores Hispanos en Miami (EE.UU.) para premiar a los tres mejores textos, los cuales están publicados en las primeras páginas de la antología.
Un día me llamó Laura Margarita Medina –a cargo del taller de Pie de Cuesta-: -quiero que escuches esto-, me dijo e inmediatamente escuché toda una algarabía de niños emocionados al ver la publicación. ¡Gracias!, ¡Gracias! La emoción que sentí no puedo describirla con palabras.
¿Qué aspectos destacaría del esquema de trabajo llevado a cabo para sacar adelante esta publicación?
Preparé un guión de alrededor de 12 sesiones de trabajo, que en algunos casos se extendió a 15, con el fin de que los talleristas pudieran buscar aspectos relacionados con la danza, la gastronomía, las historias fundacionales, los mitos y leyendas propios de la región o personajes más representativos, por citar algunos ejemplos.
El guión buscaba dar cuenta de una serie de pautas relacionadas con aspectos tales como el esfuerzo que se requiere para para adelantar algunas de estas actividades, así como de la manera en que se podría llegar a estos personajes e historias, de tal manera que cada uno de los talleristas participantes terminó apadrinando a los abuelos del municipio que hicieron parte del proyecto.
¿Cómo fue el proceso de selección de los textos que integran esta antología?
Cada director de taller se encargó de realizar una selección primaria, en la que luego intervino Óscar Humberto Mejía, editor del proyecto quien trabajó conmigo, que posteriormente volvería a ser depurada.
¿A través de qué géneros literarios decidieron contar estas historias?
En la mayor parte de la antología predomina la narrativa, pero también hay canciones –como en el caso de Pelaya, donde esta manifestación artística es tan importante-, y poesía –en su mayoría propuesta por el taller de Pamplona-.
¿Cuáles son los temas de los principales relatos e historias que hacen parte de esta antología aparte de los ya mencionados?
El amor es un tema recurrente que está presente a lo largo de toda esta antología y es algo que le da ese aspecto alegre al texto.
¿Qué tan complejo resulta complicar un texto de estas características en una región como el Nororiente del país?
Fue un proceso muy dispendioso y complicado. Pensábamos hacerlo el año pasado pero conseguir el apoyo para sacar adelante la diagramación y la portada con un presupuesto tan limitado la verdad es que no resultó nada fácil, pese a que los propios directores de los talleres decidieron invertir en el proyecto de su propio bolsillo, porque además existen otro tipo de gastos asociados a una publicación de este tipo que yo misma sufragué: registro de ISBN y envío. El editor, además, también cobró por debajo del valor habitual.
¿Qué tan difícil resulta auto gestionar este tipo de publicaciones?
Realmente este es el fruto de la buena voluntad de todos los participantes, y de no haber sido por el empeño de todas estas personas no hubiese sido posible hacer nada, porque pese a que intentamos adelantar las gestiones correspondientes con las alcaldías y entidades privadas de cada uno de estos municipios el apoyo estuvo restringido a algunos refrigerios y materiales para la realización de los talleres.
Texto:
Juan Carlos Millán Guzmán
Dirección de Artes,
Ministerio de Cultura.
Tel. 3424100 Ext. 1504
Cel. 311 878 67 43
Fotos:
Milton Ramírez
Ministerio de Cultura.
13 de agosto de 2015
ALGUNOS BLOGS DE RELATA CUCÙTA Y EL NODO ORIENTE
Para quienes deseen visitarlos, aquí están las direcciones de algunos blogs que estamos poniendo en marcha.
http://ufpsss.blogspot.com/
http://lectufpsncr.blogspot.com/
http://tedescritura.blogspot.com/
http://condelinoresc.blogspot.com/
http://condelinor.blogspot.com/
9 de junio de 2015
Pablo Montoya: escribir para construir nuevos mundos
Foto: Adriana Agudelo.
Merecedor del Premio Rómulo Gallegos 2015 por su novela Tríptico de la infamia, el escritor santandereano (Barrancabermeja, 1963) habla sobre algunos aspectos de su obra, el arte y la literatura.
Profesor de literatura de la Universidad de Antioquia, Pablo Montoya ha publicado libros de cuentos, ensayos y novelas, entre los que destacan La sed del ojo (2004), Lejos de Roma (2008) y Los derrotados (2012).
En 1999 el Centro Nacional del Libro de Francia le otorga una beca para autores extranjeros por su libro Viajeros y dos años más tarde gana el Premio Autores Antioqueños por su libro de cuentos Habitantes, al que sigue Réquiem por un fantasma, Premio Alcaldía de Medellín 2005.
En 2007 gana la beca de creación en cuento de la Alcaldía de Medellín por El beso de la noche, y en 2008 obtiene la beca de investigación otorgada por el Ministerio de Cultura.
''Soy un escritor asociado que hace parte de la Red de Escritura Creativa de RELATA –la última vez que participé en esta experiencia lo hice en Barranquilla-, he tenido la oportunidad de asistir a muchos talleres: Villavicencio, Turbo, Apartadó, Bogotá, Pereira o Montería; Bucaramanga, por supuesto-, de tal manera que me parece una apuesta muy positiva y encomiable por parte del Ministerio de Cultura como parte de su esfuerzo por promover el interés por la lectura en un país que ha sido tan golpeado por la violencia y en el que se lee tan poco'', subraya el novelista, a la par de reconocer los avances en la materia.
''Se está escribiendo mucho, junto a las grandes editoriales hay un tejido alternativo de editoriales pequeñas que es muy importante porque ayuda a conformar un mapa en el que las jóvenes generaciones vienen pisando duro. Sin duda alguna es un ambiente frenético que está atravesado por la violencia en sus diferentes facetas, algo que puede ser bueno pero que también suele estropear algunas obras. El tiempo dirá qué de ese gran corpus literario permanecerá finalmente'',
explica.
''Los chicos hoy están escribiendo y leyendo; hay una serie de talleres en las cárceles, aparte de aquellos que también tienen en cuenta a personas muy jóvenes y de la tercera edad. Esos espacios no existían antes y la proliferación de la intolerancia, el irrespeto y agresividad social eran mucho más fuertes. No digo que estas acciones por parte del Estado colombiano sean la solución a los problemas de violencia, pero si contribuyen a generar un ambiente menos hostil donde el poder de la palabra finalmente prevalezca sobre la infamia'', puntualiza.
Un Premio, una novela
Usted recibe el anuncio del Premio Rómulo Gallegos en Mar del Plata, una ciudad que ha sido de gran importancia para la cultura latinoamericana…
Resulta un hecho muy simbólico porque estoy aquí gracias a un congreso realizado por la Universidad de la Plata, donde me desempeño en calidad de profesor invitado. Se trata de un centro académico de gran prestigio literario por el que han pasado personalidades como Pedro Henríquez Ureña, Ernesto Sábato o José Luis Romero, y donde también estudió Ricardo Piglia.
Fui invitado por un grupo de amigos que valora mucho mis libros y ha sido muy especial recibir el anuncio de haber ganado el Premio en esta ciudad.
¿Qué lo llevó a escoger Europa para desarrollar la trama de Tríptico de la infamia?
Esta es una novela que trata sobre las relaciones entre el artista y una sociedad tras ser embestida por grandes tribulaciones, como lo fueron en su momento las guerras religiosas y el exterminio indígena producto de la conquista de América.
Temas que por otra parte siempre han acompañado a los seres humanos, y que pese a desarrollarse en una época lejana tienen mucha vigencia en este momento, porque vivimos en un mundo asediado por los extremismos religiosos: pensemos en los atentados al Charlie Hebdo o aquellos perpetrados por el Estado Islámico.
De tal manera que se trata de una novela que busca reflexionar sobre esa permanencia cultural de carácter nefasto en la que todavía estamos imbuidos, en la que prefiero desvincularme de los problemas de Colombia para concentrarme en los del hombre en general.
¿Cómo surgió la idea de escribir esta novela?
Soy un escritor al que interesa sobremanera la relación entre la literatura y el arte: la música, la pintura, la fotografía; vengo trabajando alrededor de estos temas desde hace mucho tiempo, y algunos años atrás me encontré con tres pintores muy desconocidos, casi fantasmales, del siglo XVI –Le Moyne, Dubois, De Bry-, quienes fueron perseguidos por motivos religiosos. Los tres eran protestantes.
Poco a poco fui metiéndome en sus vidas, procurando reflexionar sobre sus obras, y progresivamente fui construyendo un tríptico protagonizado por estos pintores, de tal manera que entre los tres se teje una mirada a partir de la pintura de estos grandes conflictos sociales, que además considero fundacionales en la historia de América Latina.
¿Hubo algún detonante?
Fui descubriendo algunas cosas de estos tres artistas, pero el primer impacto tuvo un carácter visual que luego estuvo acompañado de un proceso de investigación y de escritura en el que para el caso de esta obra tardé mucho tiempo: comencé a escribirla hacia 2010 y la terminé cuatro años más tarde.
Fue una novela que por fortuna me permitió viajar mucho gracias a una serie de becas que me permitió recorrer varias ciudades de Europa en procura de seguir la huella de estos pintores. Luego siguió todo un proceso de plasmar esta investigación en el papel, así como de ir estructurando el texto definitivo a partir de muchas correcciones.
En las que se permite algunas licencias…
La novela histórica es un artefacto eminentemente literario que no debe leerse como un libro de historia, aunque también este tipo de textos debe abordarse con suma precaución porque se trata de discursos del lenguaje que de alguna manera constituyen una manipulación del pasado.
En la novela histórica el escritor tiene mucha más libertad para inventar, transformar y cambiar, aunque con la constante preocupación por mantener cierta verosimilitud que pueda ser trasmitida al lector: así es que la novela está llena de anacronismos, junto con la presencia constante de un narrador del siglo XXI. No tengo problema en inventar el pasado.
¿Qué tan riguroso fue este proceso de investigación que lo condujo a escribir Tríptico de la Infamia?
Debido a soy profesor universitario inicié un acercamiento a través de académicos franceses, ingleses y alemanes que se han dedicado a estudiar la obra de algunos estos pintores; leí, vi algunas de sus obras y después comencé a consultar algunos archivos, en particular el de Lieja (Bélgica), donde nace uno de ellos –Théodore de Bry- y en cuya Universidad hay una galería que me sirvió mucho.
Como además quería mostrar un panorama pictórico del siglo XVI visité muchos museos de Alemania, Francia, Holanda y España, acompañado de la lectura de las novelas históricas que se han escrito sobre esa época en Europa y América Latina, con el fin de informarme respecto a la manera como un escritor contemporáneo recrea ese pasado.
¿Álvaro Mutis, por ejemplo?
Álvaro Mutis es un escritor a quien yo aprecio mucho, particularmente en lo que se refiere a su obra poética y sus primeros cuentos, así como en su novela breve de La mansión de Araucaíma, o La muerte del estratega –un cuento histórico, a su modo, que retrata la historia de un personaje en la antigua Bizancio-.
Aunque para el caso de Colombia también está, por supuesto, William Ospina y su trilogía sobre la conquista –Ursúa, El país de la canela y La serpiente sin ojos-; novelas que en su momento reseñé y critiqué.
Trilogía respecto a la que su novela guarda una gran distancia…
Hay una gran diferencia en el tono y la manera como se celebra ese periodo, que para el caso de Ospina tiene un carácter celebratorio del que yo no hago uso, en la medida que Tríptico de la infamia parte de una certeza: la conquista de América fue un gran crimen en el que no hubo un solo trazo de epopeya o de grandeza.
De allí venimos: ese crimen nos dejó nuestra lengua y toda una serie de tradiciones que no creo deban ser motivo de encomio.
Foto: Jairo Ruiz Sanabria.
La literatura, el arte y la lectura
Antes de tomar el camino de las letras usted se dedicaba a la música…
Yo interpreté la flauta durante mucho tiempo, y aunque visto de ese modo sí la dejé a un lado, la música siempre ha estado presente en mi obra, pero me di cuenta que en ese campo solo podía aspirar a ser un intérprete y que quizá nunca llegaría a componer una obra por carecer del talento suficiente; en literatura, en cambio, podía crear y permitirme la ilusión de llegar a construir nuevos mundos.
¿Qué circunstancias propiciaron ese encuentro con la literatura?
En la década del 70 COLCULTURA sacó una colección de obras que buscaban propiciar el interés por la lectura. Yo tendría seis o siete años, y como mi madre compraba semanalmente cada uno de esos pequeños tomos, a partir de ese momento comencé a leer algunas obras de importancia que conocía gracias a los resúmenes de algunos libros ilustrados y revistas. Recuerdo La divina comedia, pasajes de El Quijote o las Fábulas de Rafael Pombo.
Yo llegaba en las tardes y la encontraba a ella leyendo, a veces me leía y otras me recomendaba algunas obras: María, La vorágine, los cuentos de los hermanos Grimm o de Andersen; Emilio Salgari, Julio Verne. La odisea, La ilíada.
¿Recuerda cuáles fueron sus primeras obras?
Yo comencé con poesías –debía tener 18 o 19 años-, pero decidí romper todo eso porque se trataba de unos primeros intentos; luego escribí cuentos –ahí me fue un poco mejor-, gané algunos concursos regionales y nacionales. Luego comencé a narrar esta relación que tengo con la música y a prestar mayor atención a todos estos procesos de la violencia en Colombia en relatos como La sinfónica y otros cuentos musicales y Cuentos de Niquía.
Al comenzar mis estudios universitarios y comenzar a trabajar pasé al ensayo y la escritura poética, aunque como lo hago en prosa, muchos de ellos parecen pequeños cuentos o ficciones. Tiempo después, ya más maduro llegó la novela.
¿Tiene alguna disciplina de trabajo?
Cuando comienzo un proyecto literario me sumerjo completamente y le dedico el mayor tiempo posible y trato de no abarcar demasiados compromisos académicos. Ahora que me encuentro tomando un descanso después de escribir Tríptico de la infamia, estoy dedicado a muchas más actividades vinculadas a la Academia, pero espero lanzarme de nuevo muy pronto a la escritura creativa.
Dependiendo del libro, como en el caso de los de poesía en prosa, muchos de estos textos corresponden a cierto estado anímico en el que me encuentro, aunque en mis novelas –la mayoría de ellas con tantos rasgos de novela histórica-, sí hay un trabajo muy intenso de lectura e investigación en el que usualmente tomo notas a mano que voy pasando al computador. Siempre tengo previsto de antemano el comienzo y el final de una obra, pero puede haber modificaciones producto de ese trabajo.
¿Cuál fue la importancia de haber vivido en París?
Mi estancia en París resultó fundamental; al principio yo estaba muy influenciado por Carpentier o Cortázar –y siempre tomando gran distancia de la impronta garciamarquiana, bajo cuya sombra decidí deliberadamente evitar ampararme-. Me interesó acercarme mucho más a una escritura de carácter cosmopolita, sin olvidar la lectura de los grandes escritores franceses del siglo XIX que me ayudaron a encontrar mi propia voz literaria.
Flaubert, es un autor sobre quien he escrito y de quien enseño acerca de sus fórmulas por mantener el estilo y su preocupación por escribir bien pensando en la perfección artística de la obra; aunque en mi caso influyó más Marcel Schwob -un escritor menor de pequeños textos como Vidas imaginarias que me marcó mucho-, junto a la lectura de Charles Baudelaire. Un libro mío –Cuaderno de París-, es un guiño que le hago a Baudelaire.
¿Qué valor tiene su condición de académico?
Ser profesor universitario, haber cultivado el género del ensayo y pensar continuamente el fenómeno literario, en efecto me ha servido en el proceso de escribir, aunque debo tener mucho cuidado porque evidentemente esa formación puede terminar por ahogar la obra.
Sin embargo, en Tríptico de la infamia prima esa formación que he tenido, no solo en el mundo de la Academia sino en el ámbito literario.
¿Qué escritores contemporáneos llaman su atención?
Hay un escritor francés que me interesa mucho, Pascal Quignard, así como Roberto Burgos Cantor o Evelio Rosero. En poesía me gusta el trabajo de Horacio Benavides, Juan Manuel Roca, Ramón Cote, Jorge Cadavid, Juan Felipe Robledo, Nelson Romero o Giovanni Quessep. Tengo gran aprecio por los ensayos de William Ospina.
Juan Carlos Millán Guzmán
Dirección de Artes,
Ministerio de Cultura
Tel. 3424100 Ext. 1504
jmillan@mincultura.gov.co
Cel. 311 878 67 43
3 de junio de 2015
CONVOCATORIA TALLERES VIRTUALES CON ANTONIO UNGAR
RELATA 2015
CONVOCATORIA TALLERES VIRTUALES CON ANTONIO UNGAR
CUENTO Y CRÓNICA NO PERIODÍSTICA
Grupo taller de cuento: 10 participantes
Grupo Crónica no periodística: 10 participantes
ANTONIO UNGAR
El Programa de apoyo a talleres de escritura creativa de la Dirección de Artes del Ministerio de Cultura, ha programado durante la segunda mitad del año 2015 dos talleres virtuales de escritura creativa que impartirá el escritor Antonio Ungar. En los talleres se trabajarán textos cortos, tanto cuentos como crónicas no periodísticas.
Esta invitación está dirigida a personas vinculadas a la Red RELATA y al público en general. Los aspirantes no deben haber asistido a talleres virtuales impartidos por Antonio Ungarni haber participado en la convocatoria para talleres virtuales del año 2014. Deben contar con un mínimo de dos crónicas o cinco cuentos terminados, dependiendo del género para el que se presenten.
Los grupos trabajaránentre el 5 de julio y el 1 de noviembre, en sesiones quincenales de tres horas, los domingos entre 9 y 12 de la mañana. El trabajo delos talleres virtuales estará apoyado por la plataforma digital de Relata con los apoyos y herramientas tecnológicas que se requieran.
Entre una sesión y otra se trabajará intensivamente y los asistentes se comunicarán mediante un foro virtual con el coordinador y con sus compañeros.
Las propuestas podrán inscribirse hasta el día 20de junio de 2015a las 18:00 Horas (se tendrá en cuenta la fecha y hora de recibo).
Quienes estén interesados en participar deben enviar un correo electrónico a la dirección: redrelata@mincultura.gov.c o con copia a: talleres.ungar2014@gmail.c om, adjuntando los siguientes archivos:
(1) Copia escaneada de la cédula.
(2) Crónica o cuento propio de máximo cinco páginas, según la modalidad, para ser evaluado por Antonio Ungar. En caso de que el texto sea más extenso enviar un fragmento de máximo cinco páginas.
El cuerpo del correo electrónico debe tener solamente los siguientes datos (todos son necesarios):
- Taller virtual al que aspira (Crónica o Cuento):
- Nombre:
- Cédula:
- Lugar de residencia:
- Ocupación:
- Títulos de cinco cuentos o de dos crónicas acabadas anteriormente, según la modalidad (en caso de que el aspirante sea escogido, los textos correspondientes a dichos títulos serán trabajados durante el taller).
El taller es gratuito. Los asistentes deben tener acceso a un computador con internet y comprometerse por anticipado a cumplir con las siguientes labores:
(1) Reuniones virtuales. Disponibilidad de tres horas quincenales, los domingos entre 9 y 12 de la mañana.
(2) Trabajo de escritura, análisis y edición entre sesiones (individualmente y vía correo electrónico). Disponibilidad de al menos ocho horas quincenales.
El día 28 de junio será publicada en la plataforma virtual Relata la lista de aceptados, quienes recibirán un correo electrónico con el programa completo y detalles acerca de la primera sesión.
Quienes cumplan con todas las tareas asignadas entre sesiones y asistan a por lo menos el 80% de los ‘chats’, recibirán certificado de asistencia expedido por el Ministerio de Cultura y el escritor Antonio Ungar.(1) Reuniones virtuales. Disponibilidad de tres horas quincenales, los domingos entre 9 y 12 de la mañana.
(2) Trabajo de escritura, análisis y edición entre sesiones (individualmente y vía correo electrónico). Disponibilidad de al menos ocho horas quincenales.
El día 28 de junio será publicada en la plataforma virtual Relata la lista de aceptados, quienes recibirán un correo electrónico con el programa completo y detalles acerca de la primera sesión.
Quienes cumplan con todas las tareas asignadas entre sesiones y asistan a por lo menos el 80% de los ‘chats’, recibirán certificado de asistencia expedido por el Ministerio de Cultura y el escritor Antonio Ungar.
11 de octubre de 2014
Mincultura premia los mejores cuentos y poesías producidos en los talleres vinculados a RELATA 2014
Óscar Humberto Mejía, director Relata Bucaramanga. |
El jurado, conformado por el editor Alfonso Carvajal Rueda, el narrador Guido Tamayo y el poeta Federico Díaz-Granados, escogió a los ganadores entre las 189 propuestas recibidas (51 poesía y 138 cuento).
En esta oportunidad, todos los asistentes de los 56 talleres pudieron participar enviando sus textos con el respectivo aval del director del grupo. En archivo adjunto podrán consultar el acta de deliberación del jurado y la Resolución de ganadores.
Ganadores en la categoría directores de taller
Un premio al mejor cuento.
A la obra titulada “Las tercas criaturas de Dios”. Autor: Óscar Humberto Mejía, del taller RELATA UIS de Bucaramanga.
Un premio a la mejor propuesta poética.
Al relato titulado “Epifanía de la luz”. Autor: Luis Alberto Murgas Guerra, del taller RELATA Valledupar.
Ganadores en la categoría asistentes a taller
Asistentes de taller
Un premio al mejor cuento.
A la obra titulada “El Todopoderoso”. Autor: Luis Carlos Mantilla Espinosa del taller RELATA UIS de Bucaramanga.
Un premio a la mejor obra poética.
Al relato titulado “Babel desnuda”. Autor: Mayra Alejandra Díaz Montes del taller José Félix Fuenmayor de Barranquilla.
Un premio al segundo mejor cuento
Al relato titulado “El día que perdí la oreja izquierda”. Autor: Octavio Andrés Galeano Rodríguez del taller novela ciudad de Bogotá.
Menciones de honor
El jurado destacó con una mención de honor los siguientes textos:
“Cactus” de Harold Kremer en la categoría de mejor cuento Director de taller.
“Puedo morir todos los días”, de Johanna Marcela Rozo en la categoría de mejor poesía Director de taller de Relata Pamplona.
Frase de la semana 13 de Octubre
El verdadero artista no tiene orgullo; por desgracia, ve muy bien que el arte no tiene fronteras.
Siente oscuramente cuán lejos se encuentra del fin, y mientras que otros quizá le admiran, él lamenta no haber llegado allá donde un genio más alto resplandece solitario como un sol lejano.
Ludwig van Beethoven.
Siente oscuramente cuán lejos se encuentra del fin, y mientras que otros quizá le admiran, él lamenta no haber llegado allá donde un genio más alto resplandece solitario como un sol lejano.
Ludwig van Beethoven.
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